The Bilotti Chapel de Gianni Mercurio

The Bilotti Chapel

The Bilotti Chapel, recita la leyenda bajo la maqueta del proyecto expuesto en el Warhol Museum de Pittsburgh. El edificio, en la idea de Carlo Bilotti, que lo había encargado en el 1983, tenía que surgir en Florida. Warhol le aconsejó construirlro en la cumbre de una colina aislada y hendida que caracteriza la orografía de la ciudad de Cosenza.
Después de la muerte de Warhol el proyecto se abandonó, pero en Bilotti la idea del arte como lugar de meditación se ha quedado viva. Tanto que recientemente le ha comisionado a Damien Hirst, David Salle y Jenny Saville obras que dieran cuerpo a la exigencia de trascendencia. “No creo que estas obras serían indicadas para una capilla” dice Bilotti, “también porque cuando se habla de una chapel, sobretodo los italianos, piensan a una ambiente religioso". Cambiando de ruta, respecto al proyecto comisionado a comienzos de los años Ochenta a Warhol, Bilotti tiene como objetivo ahora un ambiente meditativo más amplio, como él mismo dice, “un ambiente que puede ponerte de buen o mal humor”.
En las grutas de Lascaux, en Dordoña, Francia, se ha hallado la pintura más antigua que conocemos. Resale a diecisietemil años atrás y enfrenta el tema de la sacralidad de la muerte. Por lo tanto, desde sus orígenes el arte invita al silencio, a la reflexión. En el imaginario colectivo este tipo de silencio tiene sus lugares proprios: la capilla, entendida como espacio íntimo y no necesariamente religioso, es uno de estos. Entre las capillas más famosas de la modernidad destacan la Capilla del Rosario de Henry Matisse, realizada a Vence, en las cercanías de Niza en el 1949, y la Rothko Chapel, construida a Houston en el 1971 según el proyecto de Philip Johnson y Mark Rothko. Para su capilla Matisse puso en acto un proceso de semplificación de los principios ornamentales a través de los papiers découpés, mosaicos, vidrieras y esculturas. Más radicales las elecciones de Johnson y Rothko, que trabajan refiriéndose al Panteón de Roma, naturalmente concebido en dimensiones reducidas. Johnson y Rothko concibieron una capilla interreligiosa, un lugar de meditación sobre la existencia terrena y ultraterrena, abierto a la gente de cada credo. Iluminada al centro por la luz natural que llueve desde lo alto, la capilla reconstruye las atmósfera y los espacios en penumbra de las iglesias paleocristianas, en las cuales los muros espesos, las aberturas que dejan pasar finos rayos de luz y a duras permiten divisar un trozo de cielo, deben detener el espíritu y el pensamiento, aislándolos de la naturaleza.
Amigo personal de artistas como Giorgio De Chirico, Salvador Dalí, Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Niki de Saint-Phalle, Larry Rivers, Mimmo Rotella, Piero Dorazio, Erich Fischl, Julian Schnabel, Bilotti está interesado a su tiempo y a la obra de sus contemporáneos. Para su capilla elige Warhol y se confía al arquitecto newyorqués Lawrence Harman, el cual a su vez se refiere a uno de los más ascéticos arquitectos de la historia, Louis Kahn.
En el 1983 las cuatro capillas laterlales de la Bilotti Chapel reproponen en una planta el dibujo uno de los Flower de Warhol. En las paredes tendrían que colgar unas grandes telas referidas a los detalles floreales de manuscritos medievales. La concepción de Warhol es obviamente distante de la de Rothko, a su vez lejana también de la de Matisse. Warhol vee en la naturaleza y en la luz un momento de alegría y de cercanía a la divinidad, tiene una concepción humanística de la vida: si Rothko pensaba al Panteón de Roma, Warhol tenía en la cabeza el Baptisterio de Florencia.
Veinte años después Bilotti, abandona la idea de la capilla, decide dar visa a un nuevo proyecto envolviendo Damien Hirst, David Salle y Jenny Saville, a los cuales pide imaginar un espacio-lugar más mental que físico, un espacio con el cual sus obras tendrán que confrontarse. Bilotti es un coleccionista. Coleccionar objetos es una manera de detener la vida, de relacionarse al tiempo anulándolo, despojándose de su viejo valor a través de la recolección de testimonios humanos capaces de desafiar la eternidad: los hombres mueren, las obras de arte no. El coleccionista tiene una visión positiva del existir: presuponiendo que el arte es un valor que hay que proteger a lo largo del tiempo, considera la propria colección como una huella que junto a la memoria de la obra mantendrá en vida también la memoria de quien las ha salvado. Demasiadas veces se confunde el coleccionista con el especulador de arte: el verdadero coleccionista no esparce lo que recoge. Vee su museo personal como una unidad indivisible. Puede sustituir, añadir o sustraer obras, y esto acaece siempre para mantener compacto lo que él considera el cuerpo del arte.
La visión del coleccionista es subjetiva. Este apuntar a la unicidad de las proprias decisiones le hace sentir la respiración de la historia a través de las obras recogidas.
Bilotti se empuja más allá, no se contenta con elegir. Quiere suscitar en los artistas una nueva chispa creativa, tener una interacción con ellos. Es a partir de este empuje participante que ha comisionado las obras a Hirst, Salle y Saville, sugeriéndoles un tema común. Naturalmente los tres artistas han reaccionado, manteniendo la propria especificidad y autonomía.
Damien Hirst enfrenta el tema de los Cuatros Evangelistas con un aproche intelectual-simbolísta (neoconceptual), David Salle se refiere a los frescos de la Capilla Sixtina efectuando una trasposición en clave moderna, Jenny Saville identifica en el tema de la enfermedad el de la espiación, reflejando los sufrimientos humanos, independientemente de su naturaleza. Hirst hace una explícita referencia a las Sagradas Escrituras. Sus cuatro pinturas verticales manifiestan en la visión de conjunto una tensión que llama el espirítu de YvesKlein y que encuentra las proprias motivaciones en los detalles que cada una de las partes de las obras encierran como el secreto que espera ser descubierto. El más importante de estos detalles es la reproducción de la primera página del vangelio, de los cuale Hirst retrae las palabras iniciales sobre los ejes verticales de los marcos. Al centro de cada panel se inserta un bolígrafo, para indicar que todavía hay muchas páginas sagradas que esperan ser escritas. Hirst desribe la galáxia desconoscida sobre la cual fija con un alfiler unas mariposas: su inmobilidad llama a la muerte que alcanza la belleza, fulgurándola: la mariposa mantiene su belleza no obstante ya no tenga vida y es una metáfora de la inmortalidad. Aun más, en la parte baja a la izquierda de cada uno de los cuadros encontramos un crucifijo, dos navajas, dos píldoras, todos los objetos que evocan la obsesión de la muerte y de la corrupción.
Salle recoge el reto de Bilotti citando la Capilla Sixtina. Hace proprios los temas de la creación, del diluvio y del juicio universal. Utiliza la obra miguelangelesca como fondo, sobreponiendo a el mismo imágenes de la contemporaneidad que se refieren a eventos dramáticos como el tsunami, la guerra entre Israel y Palestina, la aluvión de New Orleans...
De esta manera contrapone la verdad de las Sagradas Escrituras a la verdad de la crónica. En el Juicio Universal Salle inserta su retrato, el de Bilotti y el de Gagosian. Esta decisión evidencia uno de los aspectos más significativos de la obra de Salle, que vee en la acumulación y en el caos una forma dialéctica: la compresencia implica diálogo entre formas y lenguajes, diálogo entre los distintos personajes, diálogo entre las telas que componen el díptico, diálogo entre las pequeñas telas autónomas insertadas en el contexto de la representación y el cuerpo central de la pintura, diálogo entre el mismo Salle y el universo humano que lo rodea y con el cual se relaciona.
El concepto es que cada una de las partes, aunque autónomas, se legitimen recíprocamente y en función del todo.
Si las obras de Salle llevan la mirada hacia lo alto y las de Hirst a la altura del hombre, las tres telas de Jenny Faville nos llevan a bajarla. En ella el cuerpo es un territorio marcado por el dolor. Rosetta, una jóven chica ciega desde su nacimiento, un hombre en una cama de hospital y una jóven abandonada sobre una cama con las manos ensangrentadas, se han entendido como un estudio sobre el tema de la redención. El sufrimiento representado por Saville es un sufrimiento profundamente humano, pero también vehículo hacia formas superiores de espiritualidad. La misma espiritualidad a la cual apunta, con actidud laica, Carlo Bilotti.

Gianni Mercurio
Curatore della mostra